Al imaginar nuestra vida nos convertimos en un personaje de nuestra propia novela. Perseguimos siempre esa vida que imaginamos. ¿Pero cómo se hace para vivir si sabés que la vida que imaginaste nunca se va a concretar? A veces uno cree que lo que duele es la realidad pero lo que duele es el ideal. La vida que imaginás puede ser un sueño, pero también puede convertirse en una cárcel. Imaginar tu vida ideal está bueno, pero que la vida imagine por vos es mucho mejor. A veces hay que dejarse sorprender. La obsesión por el ideal te puede hacer perder de vista lo real, lo verdadero, lo que necesitas, nada está a la altura de un ideal. Si querés concretar tus sueños lo mejor es empezar por matar al ideal.
En cambio la realidad es frágil, endeble, imperfecta, pero verdadera. Porque al final del camino uno puede contar la vida que vivio, no la que imagino. Entonces, mejor que imaginar la vida, es VIVIRLA.