Y en ese segundo advertí que no seria fácil emprender un camino de la mano contigo, que más de cien veces no estarías sosteniéndomela, ni esperándome con un beso cuando despertase de mi larga siesta para olvidarte, ni estarías allí cuando mas te extrañe. Somos dos polos opuestos que estando desesperados se encontraron en la peor noche, y tomamos (o tome) la mala dedición de quererte luego de ese día. El equilibrio no se escabulle entre nuestras piernas, no quiero que cambies, ni quiero hacerlo yo, pero es inútil desmentirlo: no llegaremos a buen puerto, yendo por esta marea azul azabache. Que te quiero, no hay duda... ¿pero de que sirve seguir, si de 7 días, llorare 6? Lo más triste no es sentir que nunca debió empezar, si no seguir esperando lo que no llegara.
Aun si, aceptare seguir llorando 6 noches de 7, y hasta sollozare la séptima, con tal de sentirte cerca unos minutos, con tal de embriagarme con tu perfume, enamorándome lentamente de tus besos en oferta, con tal de abrazarte y sentir la satisfacción de sentirte a mi lado, con tal de que me concedas al menos cada tanto, un poco de ti.